La memoria es un tema bastante recurrente no sólo en el ámbito de los estudios sociales y sus distintos resortes disciplinarios. En las artes visuales, y particularmente en Chile, diversos trabajos –independientemente del formato- abordan temáticas y discursos vinculados a la memoria.
“Los lugares de la memoria” es una muestra pictórica que establece una relación entre memoria, geografía y experiencia. Es, como puede observarse, un diálogo con el espacio en el que una vida, la vida de su autora, repasa aquellos territorios que definen su biografía. Pero además es un viaje a retrotiempo para intentar situar la mirada en torno a los paisajes que contenían el imaginario de su entorno. La experiencia que supone el ejercicio de recordar y atesorar un punto de mira se asemeja, en este tránsito, a la intención por querer componer un recorte de una realidad que ya no está, o que por lo menos no forma parte de una presencia cotidiana, de un estar ahí. En este sentido la memoria es una suerte de ajuste de cuentas con la temporalidad, otro tema caro en nuestra sobrecargada agenda posmoderna. Recordar para preservar, para dilatar el tiempo de los caminos y lugares por donde hemos estado; recordar por rencor a la omisión o al olvido; recordar cuando estamos en otro trayecto y entonces al mirar atrás podemos corporizar una imagen que persigue su figuración. Los discursos de memoria tienden a replicar las formas del archivo; buscan, incesantemente, organizar un no-dicho, un punto de fuga de la mirada.
Los trabajos de Ninfa de la Fuente intentan, de acuerdo con esta lógica, ensayar una composición de los lugares que conforman su memoria visual; como un esfuerzo por intentar ampliar el registro de sus recuerdos, lo que este conjunto de obras persigue es darle forma al paisaje de Ñuble. Los trabajos de la memoria es, entonces, una puesta en valor de ese ejercicio.
Héctor Ponce de la Fuente
